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Dios nos lleva a la Vida Eterna


El punto nuclear de mi fe es que Dios es Amor: Amor, que nos está amando personalmente a todos y a cada uno de nosotros, a cada persona. Amor que está intentando enamorarnos y vivir una relación de amor con cada uno de nosotros. Precisamente porque nos ama, Dios Amor, con la fuerza de su Amor, nos está llevando a la plena realización de nosotros mismos y a nuestra total felicidad, esa es mi fe. Apoyados en esta fe, podemos esperar, y ya podemos entrever, que todo no se puede acabar con la muerte: ni la muerte puede poner punto final a ese amor personal que el Padre Dios nos tiene, ni la muerte tampoco puede truncar definitivamente nuestra aspiración y nuestro caminar hacia la plenitud de nosotros mismos y hacia nuestra felicidad, ya que esa aspiración y ese nuestro caminar, en definitiva, están sustentados por la fuerza de ese Amor. En Cristo, cuya muerte es resurrección: he tenido la suerte de descubrir que, efectivamente, esa esperanza no es vana. En la muerte resurrección de Cristo se nos hace patente nuestro propio destino (el destino de todo ser humano). No nacemos para morir, sino que morimos para vivir, como Cristo, muerto resucitado. Así que nuestra muerte es resurrección; nacimiento a la vida en plenitud. No vemos lo que esperamos; pero somos el cuerpo de aquella cabeza en la que se hizo realidad lo que esperamos. Si Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos. Y si, para nosotros como para Cristo, nuestra muerte es resurrección, esto es así porque el Padre Dios está ahí dándonos vida, llevándonos a la plenitud de la vida con el amor con que nos está amando. Contemplando a Cristo crucificado, resucitado, se nos revela que el Padre Dios, que aparentemente estaba ausente cuando asesinaron a Jesús, de hecho estaba allí amándolo. Y la fuerza de ese amor llevó a Cristo, a través de esa muerte, a la plenitud de la vida, a su resurrección. Pues bien, de la misma manera, en nuestra propia muerte, (en la muerte de todo ser humano), el Padre Dios está ahí con nosotros, (con cada ser humano), amándonos y compadeciendo con nosotros nuestra muerte, como estuvo con Jesús cuando fue crucificado. Y la fuerza de ese amor con que somos amados por el Padre Dios, superando la muerte, nos lleva a nosotros (como a Cristo) a la plenitud de la vida. La muerte no es evitable, pero la muerte es superada por el amor, que es más fuerte que la muerte. Eso es lo que los cristianos tenemos la suerte de poder descubrir en Cristo, muerto resucitado, y que es verdad en cada ser humano. Porque en Cristo descubrimos que Dios es AMOR RESUCITADOR.


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